Iván Martínez Perán
A estas alturas, está ampliamente comprobado que el aprendizaje y práctica del ajedrez por parte de niños y niñas en edad escolar mejora múltiples aspectos de su desarrollo cognitivo, físico y social.
De hecho, afortunadamente, cada vez son más los sistemas educativos que los están incluyendo dentro del horario lectivo, bien desde un punto de vista optativo y transversal, o incluso como una asignatura más.
- A nivel cognitivo, está demostrado que desarrolla el razonamiento y la organización de ideas, ambos de vital importancia para resolución de problemas y realización de proyectos. Mejora el pensamiento esquemático y la secuenciación de datos, hechos y pasos en un proceso o tarea. Sirve para trabajar el cálculo mental así como la formación y adquisición de ideas y conceptos intangibles, abstractos.
- A nivel físico, mejora sus reflejos y concepción del espacio físico y temporal, además de su coordinación y autocontrol.
- A nivel social, los aportes son infinitos. En primer lugar, supone una fuente de aprendizaje lúdica y dinámica, donde los participantes están inmersos en una continua toma de decisiones, con la determinación y responsabilidad que ello conlleva.
Es un contexto ideal para enseñar igualdad en todas sus variantes, puesto que ante un tablero de ajedrez todas las personas son exactamente igual, debiendo respetar las mismas normas y teniendo las mismas oportunidades.
Crea un contexto donde los jugadores pueden relacionarse e interaccionar con otros niños y niños no sólo de su edad, sino con mayores o menores, al no depender el resultado de este aspecto.
Además, proporciona una oportunidad única para pasar tiempo en familia, jugando con familiares y amigos, favoreciendo las relaciones intergeneracionales.
Todo lo mencionado anteriormente conlleva la adquisición e interiorización de unos valores asociados a la deportividad y la competencia positiva que pueden ser empleados en cualquier situación, como aprender a ganar y a perder, respetar al rival, afán por superarse, no rendirse nunca, compartir conocimientos…
Y por último pero no menos importante, enseña al alumnado que la resolución de conflictos se puede llevar a cabo de una forma pacífica, dialogando y razonando.